Seminario La (des)información en la guerra de Ucrania y Rusia
El 4 de noviembre de 2022 INCIPE celebró el XVII Seminario Fuerzas Armadas y Medios de Comunicación, titulado La (des)información en la guerra de Ucrania y Rusia, en colaboración con el Ministerio de Defensa. La inauguración corrió a cargo de Manuel Alabart, embajador de España y secretario general de INCIPE, y del TG Fernando López del Pozo, director general de Política de Defensa (DIGENPOL) en el Ministerio de Defensa. Para la clausura contamos con el GD Francisco Dacoba, general director del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).
En esta sesión, tuvimos la oportunidad de organizar dos mesas redondas. La primera, por título El conflicto Ucrania-Rusia: ¿primera gran guerra híbrida total? estuvo moderada por Vicente Garrido, director general de INCIPE y en ella participaron el Cor. Luis Alberto Hernández, jefe de la Sección de Análisis y Prospectiva (SEAYP), Estado Mayor Conjunto; Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM; y Guillem Colom, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide y codirector de THIBER. La segunda mesa rendoda, El tratamiento informativo de la guerra en Ucrania, estuvo moderada por el Cor. Domingo Jarillo, jefe de la Oficina de Comunicación del EMAD, Ministerio de Defensa. Participaron en ella Pilar Requena, reportera internacional y de investigación y directora de Documentos TV, RTVE; María Sahuquillo, periodista y jefa de la delegación de Bruselas (antes en Moscú) de El País; y María Senovilla, periodista y fotógrafa independiente que actualmente cubre la guerra en Ucrania.
El DIGENPOL, TG Fernando López del Pozo, comenzó su intervención incidiendo en la importancia histórica de la relación entre los ejércitos (sobre todo en campaña) y los medios de comunicación. Desde Napoleón en su desastrosa campaña en Egipto hasta el efecto CNN durante la Primera Guerra del Golfo; siempre ha habido una necesidad por parte los ejércitos de que su narrativa se imponga sobre la del otro. A esto se añade ahora el efecto de las nuevas tecnologías, que provocan un «empache» informativo y exposición a la desinformación, clave para la seguridad y la defensa. Sistematizado en las doctrinas militares, el Ejército habla ya de ámbito cognitivo y del dominio de la información como materia transversal. El DIGENPOL afirma que el tradicional cierre informativo de las Fuerzas Armadas ha evolucionado hacia una apertura comunicativa en servicio a la sociedad. En esta relación, “dar” y “confirmar” son las claves para elaborar una información veraz, exhaustiva y oportuna.
Se ha de separar con la mayor nitidez los comportamientos y sensaciones en la paz y la en la guerra en lo que respecta a la comunicación. En periodo de paz, el periodismo es esencial para la democracia; contrastando la información que se le proporcione desde los poderes públicos. Durante un conflicto bélico, la cuestión no es tan clara; pues los periodistas, lo deseen o no, no pueden ser neutrales y han de tomar un partido. Concretando en la que actualmente nos concierne, el DIGENPOL resume la política de comunicación ucraniana como abierta, centralizada arriba y con una visión de redes muy focalizada en la imagen. Por su parte, el Kremlin ha adoptado una política de legitimación propia y de demonización del otro. La llamada zona gris, donde proliferan las campañas informativas tendentes a la división y a la desinformación, obliga a una labor continuada para garantizar la seguridad y la defensa. Hemos de conocer para estar alertas y desenmascarar aquellas informaciones tendentes a torcer la realidad.
El conflicto Ucrania-Rusia: ¿primera gran guerra híbrida total?
Durante la primera mesa redonda El conflicto Ucrania-Rusia: ¿primera gran guerra híbrida total?, el Cor. Luis Alberto Hernández inició su intervención con una revisión conceptual de lo híbrido y la zona gris. El término híbrido no es necesariamente novedoso, pues si bien se inspira en los últimos conflictos de Chechenia, el Líbano o Afganistán, también lo hace en otros anteriores como las guerras de independencia americana y española. El coronel proporciona una serie de definiciones que combinan elementos de operaciones especiales/irregulares y el combate convencional: las llamadas “guerras compuestas” de Thomas M. Huber, sustituidas en 2007 por la noción propiamente de “guerra híbrida” de Frank Hoffman; sumándosele a los dos elementos anteriores ahora también el terrorismo y el crímen organizado.
Destaca especialmente la visión del general ruso Valeri Guerásimov (2013), quien explica la importancia de ciertos factores no militares como elementos para conseguir fines estratégicos y políticos frente a adversarios sofisticados. Se centra sobre todo en el enfoque integral para afrontar las operaciones y conflictos, siendo lo que él denomina la “guerra híbrida” equiparable al concepto occidental (empleado primero por la OTAN en 2011, después por la UE en 2014) de “comprehensive approach”. A partir de ahí, la evolución del concepto se debe a la interconexión económica global y al crecimiento exponencial de la tecnología, facilitando la entrada de instrumentos económicos, energéticos, del ciberespacio y de ámbitos cognitivos de información junto a las herramientas convencionales. Las redes sociales y el individuo en la figura del Smartphone o teléfono inteligente adquieren protagonismo.
Respecto al concepto zona gris, originado en 2015, el Cor. Luis Alberto Hernández señala que equivale a una zona del espectro donde el conflicto se ha expandido a los momentos de paz y de posconflicto. En ella predominan las actuaciones al margen de la bona fide entre estados; que aunque alteran la paz, no cruzan el umbral para considerarse guerra propiamente dicha. Por su parte, la estrategia híbrida se define como comunicación para articular de forma multidimensional e integrada los instrumentos de poder de un estado, a fin de agredir directamente o a través de agentes interpuestos a un competidor internacional. Es decir, consiste en apuntar a sus debilidades sistémicas con fines coercitivos. El papel de las Fuerzas Armadas pasa a ser disuasorio y de control de escalada (cuyas fases son configuración, interferencia y desestabilización).
En su intervención, Ruth Ferrero encuadra la situación actual en el marco teórico de Clausewitz. La filtración interesada de información a la opinión pública y el empleo de una estrategia híbrida se viene dando en ambos bandos, incluido el bloque occidental. Ruth Ferrero incide en la importancia de la escucha de nuestros rivales sistémicos (Guerásimov y la doctrina militar china) sobre el conflicto híbrido, así como contrastar las narrativas rusa y occidental. Del Kremlin, Ruth Ferrero nos describe la adaptación a una estratégica ucraniana no prevista, reforzando el discurso de amenaza de la OTAN y de antiimperialismo norteamericano, y transformando la guerra ofensiva en defensiva. Pretende así aprovechar los discursos subyacentes en las opiniones públicas de sus potenciales aliados en el sur global. El papel de la Iglesia Ortodoxa es mucho más presente y explícito ahora que al principio de la agresión a través de los conceptos de “des-satanización” y “des-nazificación”, y que la UE ha de contrarrestar mediante una utilización activa de su información.
Como tercer integrante de este bloque temático, Guillem Colom nos informa que el mundo pos-Guerra Fría, ejemplificado en El fin de la historia de Francis Fukuyama, está llegando a su fin al estar desapareciendo la supremacía militar estadounidense que solía sustentar el orden liberal. Se consolidan potencias revisionistas deseosas de cambiar el statu quo internacional, surgiendo la lógica de la llamada competición estratégica entre potencias, que ya hace su aparición en la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense de 2017 y, sobretodo, de 2018. En un sistema de suma cero donde los sistemas compiten entre sí sin llegar al conflicto armado prolifera la zona gris, con amenazas híbridas como: la desinformación, los ciberataques, la guerra económica y política, entre otras. Dicho marco dificulta la atribución pública e identificación, facilita la negación plausible de responsabilidad y complica la capacidad de respuesta.
Colom incide en la necesidad de retrotraernos a los debates sobre las llamadas guerras de nueva generación durante los años noventa, con Rusia y China resaltando la importancia de la información en sentido amplio (para targeting, el mando y control, la inteligencia…). Surgen las llamadas “guerras de sexta y nueva generación”, donde al componente informativo se le añade el de las “guerras sin contacto”; intercambios artilleros limitados de largo alcance para mantener una lógica de disuasión. Frente a la doctrina estadounidense de multidominio, donde la cuestión informativa es fundamental, Rusia se halla todavía en dificultades para coordinar fuegos cinéticos con fuegos cíber.
El tratamiento informativo de la guerra en Ucrania
En la segunda mesa redonda, el Cor. Domingo Jarillo nos recuerda que nos encontramos ante posiblemente una de las guerras más mediáticas de la historia, cuya totalidad de hechos y consecuencias no podremos atestiguar hasta su culminación. Su tratamiento informativo queda duramente dificultado por la alternancia de opacidad y exceso de datos.
Pilar Requena, primera de las periodistas que nos acompañan en este bloque, señala a la verdad como la primera víctima de la guerra. Si bien coincide con el coronel en que nos encontramos posiblemente ante la guerra con mayor número de periodistas en el terreno, también insiste en la cobertura homogénea que se le está dando en el mundo occidental. En esta línea nos advierte de los peligros de censurar los medios propagandísticos rusos, al privar a nuestros expertos de la posibilidad de análisis sobre lo que ocurre al otro lado. De Zelenski destaca la existencia de un guión subyacente y perfectamente elaborado de cuya construcción no tenemos conocimiento, así como la aceptación tácita de no concesión de ruedas de prensa del presidente, sus ministros y cabezas de ejército. Del régimen de Putin informa que la cobertura se ha basado principalmente en la censura y el hostigamiento a la prensa, sumiendo su estrategia en la plena opacidad.
Pilar Requena recalca la doble vara de medir en el trato a los flujos de refugiados, poniendo de manifiesto una dimensión que no debería estar presente y que vendrá en detrimento propio de una Unión Europea como adalid de los derechos humanos y la libertad. Requena insiste en que ha habido, y habrá, demasiada focalización y mercantilización de la destrucción, el sufrimiento y las víctimas por parte de los medios de comunicación, así como una idealización errónea de Ucrania como país plenamente democrático y transparente. Se le ha obviado a la ciudadanía el conocimiento del terreno y de las fuentes de propaganda y desinformación, así como el contexto del país desde el Euromaidán. En su lugar, se está articulando un discurso único, tajante y no permisivo de opiniones alternativas, que obligará a su deconstrucción una vez reaparezcan las antiguas realidades cuando culmine el conflicto.
María Sahuquillo comienza su intervención haciendo un análisis personal de la cobertura mediática del conflicto en Moscú y el Donbás. Al igual que Pilar Requena, recalca que para combatir la desinformación es vital un conocimiento histórico, geoestratégico y analítico del contexto y la realidad del conflicto, más allá de las cuestiones de mayor inmediatez. Es decir “rascar en la superficie” y prestar atención a la importancia del lenguaje. De su experiencia como corresponsal nos describe el segado del tejido de sociedad civil por parte del Kremlin para evitar una aglutinación de círculos contestatarios, así como la retórica belicista de negación de la soberanía ucraniana en los círculos de poder.
A través de la “teoría del sandwich” Sahuquillo nos explica la importancia de no tomar como referencia en la labor periodística a aquellas fuentes que hayan demostrado una mentira sistemática. Rechaza que se presente como titulares aquellas informaciones proporcionadas por Rusia que no sean demostrables y se sospechen falsas. Con la idea gráfica de una gota de veneno en un vaso de agua, nos relata el impacto contaminante que la desinformación tiene sobre la ciudadanía, buscando que no se fíe de los medios de comunicación y quebrantando la fe que las sociedades democráticas han depositado en la libertad de expresión e información. Rusia ejerce esta labor paralizante sin temor a contradecirse.
Por último, María Senovilla, que participa telemáticamente desde Ucrania, explica como el control de la información y la gestión de la desinformación en las redes se ha convertido en un arma de guerra más. Describe la estrategia de ambos actores, destacando de Ucrania el control férreo de los informadores y de Rusia la emisión de noticias falsas y de propaganda clásica propia del siglo XX. Comenzando por el Kremlin, subraya que, más allá del estricto control estatal sobre los medios, influencers pro-rusos han tomado el control de las redes con gran profusión. Este fenómeno, lejos de darse únicamente en Rusia, Bielorrusia o países de la órbita soviética, también se produce en territorios hispanohablantes como Venezuela, Argentina e incluso España. Ello demuestra que el país lleva años cultivando un tejido para que estos enclaves se conviertan no solo en sus socios comerciales, sino también ideológicos, y nos impide afirmar de manera tajante que el Kremlin haya perdido la guerra de la opinión pública. Esto último solo ha sucedido en aquella parte de la sociedad, que no es su totalidad ni tan siquiera su mayoría, que previo al estallido del conflicto ya contaba con instrumentos para discernir noticias verídicas de fake news y que mantenía un interés previo en los acontecimientos del país. En la otra parte, menos informada o especializada, se ha conseguido sembrar la duda.
Sobre el terreno, si bien parte de la propaganda rusa se ha basado en instrumentos clásicos de las guerras del siglo XX como la radio o la televisión, otra lo ha hecho en el terror. La credibilidad con que la radio goza desde hace décadas en muchos hogares de las regiones ocupadas, así como la reiteración del mensaje, ha permitido un fácil calado de la desinformación. La prensa era distribuida junto a la poca ayuda humanitaria que alcanzaba las zonas de ocupación, mientras que las cámaras de tortura servían de aviso a la población ucraniana. En los territorios ucranianos, si bien la guerra de las cifras (de muertos, de arsenal, de estrategia, etc.) es clave y obliga a cierta opacidad, la privación de la información, que se ha ido aseverando a medida que progresaba el conflicto, ha incomodado a la prensa y le ha dificultado trabajar con propiedad.
Consideraciones finales
El general de brigada Francisco Dacoba fue el encargado de clausurar el seminario recordando que las campañas de desinformación arrastran una larga trayectoria previa al conflicto aquí tratado. El uso de la fuerza nunca ha excluido al menos el intento de desinformación, engaño, persuasión o desmoralización, si bien ha alcanzado un nuevo relieve con las nuevas tecnologías. En España, la Estrategia de Seguridad Nacional, en vigor desde diciembre de 2021, ya las incluía en concepto de riesgo y amenazas a la misma altura que el conflicto tradicional. Afirma que, le lejos de cambiar meramente de naturaleza, el conflicto bélico también se complica, aglutinando la guerra en Ucrania realidades de los siglos XIX, XX y XXI, simultáneamente. El conflicto se juega en las sociedades; no solo las ajenas, sino también las propias, buscando deslegitimar las instituciones democráticas, con un daño inconmensurable. El centro de gravedad de la zona gris es la ciudadanía, jugándose con sus percepciones. A las tradicionales dimensiones de tierra, mar y aire, la última mitad del siglo XX ha añadido el espacio exterior y el ciberespacio, donde las campañas de desinformación encuentran su caldo de cultivo en la cuasi impunidad de una legalidad difusa. Como consecuencia, el sexto ámbito, el cognitivo, ha de ser protegido desde el más alto nivel frente a cualquier vulneración, en un ejercicio básico de los derechos humanos.
Sofía Provencio
INCIPE