Conferencia del Presidente del Gobierno: En interés de España, una política exterior comprometida
Museo del Prado, 16 de junio de 2008
Querido amigo Kofi Annan, Ministros, Embajadores, amigas y amigos,
El Real Instituto Elcano, el Cidob, el FRIDE, el ICEI y el INCIPE, son centros españoles de excelencia donde se reflexiona a fondo sobre el mundo y el papel que nuestro país debe ocupar en él. Les agradezco la invitación que me han hecho para exponer las líneas maestras de la política exterior de mi Gobierno.Quiero muy especialmente dar las gracias a Kofi Annan por su presentación pero, sobre todo, por su presencia, que, a nadie se le oculta, está cargada de significado. Su liderazgo al frente de Naciones Unidas, su firmeza ética, han sido y son una fuente de inspiración permanente.
Amigas y amigos,
Creo en una política exterior comprometida. Comprometida con los valores que profesa la mayoría de la sociedad española y con los escenarios donde nuestra presencia puede ser relevante. Tengo la convicción de que una política exterior así concebida es la que mejor permite defender nuestros intereses como país; los intereses de una potencia media que ocupa un singular espacio estratégico en el actual mundo multipolar; los intereses de una nación que está llamada a tener un peso creciente en la Comunidad internacional si sabe hacer valer, con capacidad de diálogo y de persuasión, su condición de puente entre regiones, entre culturas, entre países ricos y pobres.
Creo en la política exterior propia de un gobierno progresista, pero pensada y practicada como una política de Estado, esto es, como una política al servicio del conjunto de la sociedad española; y no sólo para ella, sino diseñada y ejecutada con ella, es decir, contando con todos los actores públicos y privados posibles. Creo en una política exterior que entronca con la desarrollada desde la Transición, en una línea básica de continuidad que nos fortalece como país y que refleja una voluntad muy ampliamente mayoritaria de las sucesivas generaciones de españoles.
Creo, pues, en una política exterior natural y vocacionalmente europea y europeísta, un designio histórico de largo alcance para nosotros que nos hace sentir cómodos y operativos cuando sabemos empujar a la Unión en la buena dirección. En una política exterior natural y vocacionalmente iberoamericana, que contribuya a la consolidación democrática, al progreso y a la institucionalización regional de la Comunidad de países iberoamericanos. En una política exterior de inteligente y respetuosa complicidad con nuestros vecinos, con un alcance que trasciende el marco regional hasta integrar una relación con los EEUU que fortalezca todo lo que recíprocamente nos une, que es mucho, que siempre es tendencialmente lo más significativo, y que es motivo de amistoso y sincero reconocimiento entre ambos países. Estos son los vectores ‘clásicos’ de la política exterior de la España democrática, que me propongo mantener y reforzar. Pero junto a ellos, los cambios que vivimos nos mueven a desarrollar y potenciar otras líneas de acción exterior ya iniciadas en la anterior Legislatura.
Nuevos tiempos significan nuevos énfasis en los valores que profesamos y nuevos escenarios donde hacerlos valer. Creo, así, en la conveniencia de un ejercicio creciente de nuestra responsabilidad en el Mediterráneo, en proseguir con la resuelta apertura a África y a Asia, y en comprometernos más, más aún, con las organizaciones y las iniciativas que contribuyen a racionalizar la gobernabilidad internacional, singularmente Naciones Unidas y las acciones que impulsa.
Creo en una política exterior que refleje nítidamente los retos y los desafíos que nos hemos fijado los españoles. Quiero lograr una proyección interior y otra exterior de una misma mirada compartida hacia el futuro. Y de una misma conciencia de país. Porque, después de treinta años de una muy fructífera trayectoria democrática, España ha colmado su aspiración colectiva de situarse con plena naturalidad junto a las naciones más desarrolladas de Europa, y de todo el planeta. Y ahora ya podemos fijarnos nuevas metas y nuevos liderazgos.
Creo en una política exterior con la que el nombre de España sea sinónimo de solidaridad, de justicia, de humanidad en todos los rincones del mundo. Consecuentemente, no puedo sino creer, en fin, en una política exterior que sea prioritaria para la acción toda del Gobierno, y que reciba el permanente impulso de su Presidente.
Me propongo, pues, durante los próximos años seguir asumiendo la responsabilidad central de marcar el rumbo y de dar voz a nuestra política exterior, en una Legislatura que, a pesar de las dificultades económicas que atravesamos, y que reclaman también nuestra atención preferente, hará más fácil esta tarea que la anterior. Así lo creo, ciertamente, y ésta es una buena oportunidad para hacer patente mi disposición.
Dividiré mi intervención en tres partes. En primer lugar, me referiré a los que considero algunos de los retos más importantes a los que se enfrenta la gobernabilidad internacional, y que reclaman de España esta política exterior comprometida. A continuación, abordaré un gran reto que, por su especificidad, merece un tratamiento diferenciado: la necesidad de que nuestra acción exterior contribuya eficazmente a nuestro crecimiento económico, y coadyuve a la gobernabilidad de la globalización, a partir de la constatación de la importancia que ha adquirido la inversión española en el mundo.
Por último, pasaré revista, en coherencia con lo anterior, a los escenarios de la política exterior española. En primer término, pues, los grandes desafíos actuales a la gobernabilidad internacional. A mi juicio, son estos cuatro: la lucha contra la pobreza, la promoción de la paz frente a la inseguridad y el terrorismo, la gestión ordenada de las migraciones y el cambio climático y la energía.
Lucha contra la pobreza
La lucha contra la pobreza, el hambre, la enfermedad, en tantas partes del planeta, para tantos millones de personas, ha pasado de ser una preocupación relativamente secundaria de los grandes actores internacionales a convertirse en una de las cuestiones que exige situarse en primera página de la agenda mundial. Lo que era como un zumbido latente en la conciencia internacional, se ha transmutado en un imperativo ético con todas las consecuencias. Lo que antes podía dar lugar a conflictos de alcance localizado, ahora se percibe cada vez más como un factor estructural de inestabilidad.
España se siente plenamente concernida con este cambio de paradigma moral y político de la lucha contra la pobreza y lo asume en su integridad. Estamos ante un desafío formidable a la solidaridad de los pueblos, que está en la raíz misma de nuestro objetivo de alcanzar, al final de la Legislatura, el objetivo del 0,7%. Un objetivo que no es sólo del Gobierno; lo es del conjunto de la sociedad española, de una ciudadanía solidaria y responsable. El cumplimiento de los Objetivos del Milenio es y seguirá siendo un eje prioritario de la acción del Gobierno. A ello destinaremos, a partir de 2009, al menos un 50% de nuestra ayuda al desarrollo.
Hace dos semanas, y en el seno de la Conferencia organizada por la FAO, me comprometí a albergar en España, en el otoño, una Conferencia de Alto Nivel sobre la crisis de alimentos que dé continuidad a la de Roma y asuma compromisos concretos. Incluso en las circunstancias actuales, no puede haber otro horizonte para los países desarrollados que el incremento del gasto en cooperación, y la eficaz coordinación de esfuerzos.
La construcción de la paz
Segundo desafío con el que España se siente plenamente comprometida: la construcción de la paz. El mundo necesita más gobierno, más coordinación y más concertación en la construcción de una paz duradera y justa. “Preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra“, fue el mandato de la Carta de la ONU.
Pero hoy no son sólo ejércitos regulares los que se enfrentan en el campo de batalla, sino fuerzas a medio camino entre las guerrillas, el terrorismo y el crimen organizado. Los conflictos golpean hoy fundamentalmente a la población civil: nueve de cada diez muertos en conflicto son civiles. Hacen falta nuevos instrumentos ante los nuevos conflictos y sus causas. Las nuevas pautas de gobernabilidad que necesitamos para promover eficazmente la paz requieren una visión global de la seguridad humana y reclaman democracias fuertes, Estados comprometidos con los derechos humanos y una Comunidad internacional vigilante y activa ante Estados débiles, que apenas son capaces de ejercer un mínimo control sobre sus territorios.
Lo hemos vivido recientemente en Somalia y en otras partes de África. Por eso estamos presentes en Bosnia-Herzegovina, en Afganistán o en Líbano, donde, como ayer mismo, nuestros soldados pagan un fuerte tributo. Por eso seguiremos allí. Por nuestros socios, por la paz y la seguridad, por nosotros mismos. Cuando en el origen del conflicto se encuentra la proliferación del odio, los instrumentos diseñados se muestran insuficientes. Hacen falta nuevas respuestas. Como la iniciativa de la Alianza de Civilizaciones, acogida por Naciones Unidas y la Unión Europea, y que recientemente ha recibido el apoyo del Secretario general de la OTAN, y el de los países del Consejo de Cooperación del Golfo.
En esta legislatura pondremos especial empeño en reforzar la importante labor que realiza el Alto Representante, Jorge Sampaio. Y en alentar los Planes Nacionales -una decena de países ya cuentan con ellos- para incorporar a la acción de gobierno y a la legislación medidas que fomenten el entendimiento y prevengan la intolerancia. Sólo citaré aquí hoy un ejemplo: los Balcanes, una de las áreas más castigadas por los nuevos conflictos. Con los primeros ministros Erdogan, Tadic y Karamanlis trabajamos conjuntamente en esta dirección. Porque los Planes Nacionales de la Alianza de Civilizaciones de Turquía, Serbia, Grecia y España, unidos a los que están elaborando otros países de la zona, como Rumanía, Bulgaria y Albania, pueden ser un excelente instrumento de diplomacia constructiva y preventiva.
No venceremos al terrorismo internacional, que con tanta fuerza golpea al mundo y que padecimos en Madrid el 11 de marzo de 2004, abordándolo como una guerra. Hace falta convicción y firmeza internas pero también, sin duda, coordinación internacional. La contribución de España puede ser muy útil pues somos uno de los países más eficaces en esta lucha y lo somos del único modo en que en realidad se puede ser eficaz: desde el respeto al Estado de Derecho y a la legalidad internacional. En la arquitectura global de seguridad, las organizaciones regionales deben seguir desempeñando un importante papel. Y en mi opinión, la OTAN sigue siendo, cuando está a punto de cumplir 60 años desde su fundación, una alianza necesaria y valiosa, porque está asentada sobre valores muy sólidos que compartimos.
Gestión ordenada de las migraciones
Todavía cerca de dos millones de compatriotas viven fuera de nuestras fronteras. De entre los distintos auditorios en los que he tenido que explicar nuestra política migratoria, son ellos los que muestran con mayor intensidad el apoyo a una visión de España como país dispuesto a recibir a quienes, de acuerdo con nuestras leyes, se pueda ofrecer trabajo y unas condiciones de vida dignas. El fenómeno de las migraciones requiere de un gran esfuerzo de diálogo y gobernabilidad concertada. Y, a mi juicio, no existen aún suficientes marcos de trabajo conjunto en la comunidad internacional.
Por el momento, apenas una incipiente puesta en común de políticas y el intento de construcción de una política europea común, que comenzó en 2005 fundamentalmente impulsada por nuestro país. Con frecuencia se olvida que cuando pusimos en marcha el proceso de normalización ese marco europeo no existía y que ha sido España su principal promotora. En Europa y en Naciones Unidas España está volcada en esta tarea, defendiendo líneas de acción que están ya muy consolidadas en nuestro país.
En primer lugar, para asegurar la cooperación con los países de origen y tránsito desde un enfoque global. En segundo lugar, para impulsar la lucha contra las mafias de emigración clandestina, principal amenaza no sólo para los emigrantes, sino también para los países donde operan dichas mafias. El tercer elemento, para asegurar la protección de las fronteras nacionales frente a la inmigración ilegal y las posibilidades de expulsión y repatriación. En fin, en último lugar, para establecer sistemas eficaces de protección de las personas que se desplazan y de los refugiados y favoreciendo su integración.
De acuerdo con estas premisas, me propongo convocar, tras lo que será mi primera gira africana en esta legislatura, junto con al presidente Wade de Senegal y la Comunidad del Africa Occidental, una reunión regional de alto nivel para abordar el marco económico, la agricultura, las infraestructuras, los flujos migratorios, el desarrollo y refuerzo institucional, la integración regional y la energía.
El cambio climático y la energía
El coste para la economía mundial del cambio climático, según el Informe Stern, podría representar entre el 5 y el 20% del PIB. En términos de vidas humanas, es infinitamente superior. El reto es convertir este desafío en una oportunidad de cambio y transformación hacia un modelo de crecimiento económico y social sostenible con el medio ambiente, la salud y el bienestar social. Doy la máxima prioridad al cumplimiento de los compromisos de España en el marco del Protocolo de Kioto, apostando por las energías renovables y el ahorro vinculado a la eficiencia energética. Así ha quedado plasmado en la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia.
Las economías avanzadas deben ayudar a los países en desarrollo en su proceso de adaptación a los riesgos derivados del cambio climático. España dirigirá un mayor porcentaje de su cooperación a la mitigación y adaptación al cambio climático en los países más vulnerables. España va a impulsar la creación de una Agencia Internacional de Energías Renovables. El próximo día 30 viajaré a Dinamarca. Y he acordado con el Primer Ministro Rasmussen que será un viaje centrado en las energías renovables, mostrando el compromiso conjunto de nuestros dos países. a globalización descontrolada, la inestabilidad en Oriente Próximo y la especulación están produciendo graves distorsiones en el ámbito de la energía que requieren medidas de seguridad energética, no sólo en cuanto a la garantía de suministros, sino también en cuanto a suministros a precios razonables.
Acabo de reunirme esta tarde con el Ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita, el mayor productor mundial de crudo, como ya lo hiciera la semana pasada con el Presidente de México, otro de los mayores productores. Y también he abordado la misma cuestión con el presidente Sarkozy, con quien hemos acordado concertar iniciativas y esfuerzos. Es tiempo de trabajar en una política exterior de sensatez, para reducir riesgos geopolíticos. Por ello vuelvo a reiterar que la crisis con Irán debe resolverse con firmeza pero a través del diálogo. Asimismo, seguiremos dialogando con los grandes productores latinoamericanos para contribuir a que la energía sea un factor de integración. Reforzaremos igualmente nuestra propia producción energética con nuestra apuesta por las energías renovables y las interconexiones con nuestros vecinos. Y diversificaremos nuestros suministros, para lo que en las últimas semanas hemos avanzado substancialmente en negociaciones con Argelia, Libia, Qatar, Arabia Saudita o Bolivia.
La economía
La política exterior es también economía. Y cada vez lo será más. La economía internacional ha vivido una buena etapa de crecimiento económico. Pero durante este periodo también se han ido acumulando serios desequilibrios económicos a escala global. La abundancia de liquidez ha favorecido el desarrollo de mercados y productos financieros cada vez más sofisticados, riesgos inasumibles, expectativas de beneficios exageradas y creación de peligrosas “burbujas financieras”. Y los precios del petróleo, otras materias primas y algunos alimentos, crecen de forma espectacular. La consecuencia es menos crecimiento, más inflación, mayores desigualdades y cien millones de personas enfrentadas de nuevo al hambre y la desnutrición.
Estamos asistiendo a la primera fractura económica de la globalización y pocos dudan ya de que el sistema financiero internacional necesita ajustes en su funcionamiento. Frente al proteccionismo egoísta, nosotros somos partidarios de los intercambios en pie de igualdad. Frente a las barreras, queremos puentes. Frente a quienes creen en los recortes sociales, nosotros queremos y podemos adaptar el Estado del bienestar a las nuevas circunstancias, pero sin renunciar a sus objetivos. Frente a la desregulación, queremos reglas claras y eficaces para que el mercado desarrolle su potencial sin quebrar los principios de equidad y justicia. Ningún país, por grande que sea, puede afrontar estos desafíos de forma aislada. Para gobernar la globalización, hay que construir consensos, definir estrategias y preparar instrumentos a escala global.
Dentro de la UE, queremos liderar iniciativas para reforzar y adaptar cuando sea necesario el actual marco de instituciones multilaterales para ponerlas al servicio de estos objetivos. Contribuir, pues, a gobernar la globalización con nuestra política exterior pero, además, apoyar con ella a nuestras empresas. Porque España se ha situado como el tercer inversor mundial, sólo por detrás de Estados Unidos y Francia. Porque nuestro crecimiento económico se juega en una parte cada vez más significativa en el exterior. Porque si atravesamos dificultades económicas, es obligado aprovechar todas las oportunidades, también en el exterior.
Las empresas españolas han adquirido una solidez tal en algunos sectores que sólo hace unos años no hubiéramos podido ni imaginar. Son líderes en energías renovables, desalinización, telecomunicaciones, sector financiero, turismo o concesiones de transporte, y queremos reforzar este liderazgo. Hay margen para mejorar la capacidad de exportación de nuestras empresas, y me comprometo a introducir medidas para ampliarla, para abrir nuevos mercados, para consolidar su internacionalización, para culminar la más ambiciosa red de acuerdos de protección de inversiones de nuestra historia, e impulsar una mayor seguridad jurídica. También estamos trabajando para atraer inversión directa a España -incluidos los fondos soberanos- con el diálogo con los inversores y con transparencia, y para difundir una imagen atractiva y sólida de nuestra economía.
Quiero subrayar, además, la importancia de la responsabilidad social corporativa. La toma de conciencia empresarial sobre el medio ambiente, la igualdad de género, el respeto a los derechos humanos o la solidaridad con los países en vías de desarrollo, para configurar un nuevo modelo de ética empresarial, coincide plenamente con las pautas políticas que animan a mi Gobierno. Sobre todo ello hablaré pormenorizadamente el próximo día 23 en un acto similar a este sobre las iniciativas económicas del Gobierno.
Áreas geográficas
A la hora de abordar nuestros intereses exteriores por áreas geográficas, resulta obligado, y más tras el resultado del referéndum irlandés de la semana pasada, comenzar por Europa.
Europa
Europa. Europa.
Sin duda, el resultado del referéndum en Irlanda no es una buena noticia, pero España lo aborda con algunas ideas claras. Los irlandeses se han pronunciado en un ejercicio plenamente democrático que respetamos. Es cierto. Pero, al margen de consideraciones jurídicas sobre las consecuencias del rechazo irlandés del Tratado de Lisboa, lo cierto es que Irlanda debe comprender que su «no» a un acuerdo alcanzado después de duras y complejas negociaciones, no puede suponer sin más un freno a los deseos de la inmensa mayoría de los Estados miembros de avanzar hacia mayores cotas de integración con el objeto de hacer frente en mejores condiciones a los desafíos del siglo XXI.
Quiero, pues, comenzar afirmando mi voluntad y mi deseo de seguir avanzando, con determinación, en la integración europea. Esto quiere decir ser conscientes de que respetamos la opinión mayoritaria de los irlandeses, pero también quiere decir que tiene que respetarse la decisión de la mayoría de los europeos, de querer más Europa. La noticia hoy no es que se haya perdido en Irlanda el referéndum. La noticia es que, fuera de Irlanda, millones de ciudadanos lo han apoyado y nos han dado un mandato para seguir adelante porque entienden que más Europa es necesaria. Hoy es el mundo el que necesita a una Europa más fuerte. Y hay que decirlo claro: esa Europa fuerte, esa Europa capaz de tomar decisiones con eficacia y de pesar en el mundo, debe ser una Europa integrada, donde se renuncie al derecho de veto y se admita que unas instituciones, que no funcionarán sobre la base de una representación nacional, podrán tomar decisiones importantes. Pero la situación creada nos obliga a reflexionar.
Los ciudadanos quieren que debatamos sobre sus problemas. Esperan que Europa les aporte soluciones, y para muchos este debate sobre las instituciones que dura ya más de diez años parece algo lejano y a veces ininteligible. Esperan que, en el Consejo de esta misma semana, hablemos del “no” irlandés pero que, sobre todo, nos ocupemos de su legítima preocupación sobre el precio de los combustibles o de los alimentos. Creo que también la Presidencia francesa tratará de no dejar que las cuestiones institucionales dominen en el próximo semestre, y el Presidente Sarkozy tendrá en ese sentido todo mi apoyo. No estamos ante una parálisis de la Unión. Mantengo en estos días un contacto estrecho con mis homólogos de otros Estados miembros y hablaremos en profundidad en el Consejo Europeo el próximo jueves.
Todavía es posible que avancemos juntos. Creo que sí, y creo que es lo mejor para todos. Por ello me parece prematuro el debate sobre las posibles excepciones, diferentes velocidades o estatus dentro de la Unión, o sobre cooperaciones reforzadas.
Pero será bueno tener siempre presente que cuando las políticas comunes tienen éxito, los ciudadanos entienden mejor el sentido de Europa. Y este es un momento en que necesitamos políticas europeas sobre grandes cuestiones, como la lucha contra la pobreza, el cambio climático, la energía o la inmigración, que requieren más gobernanza internacional, dentro y fuera de Europa. Y España estará siempre dispuesta a avanzar en las grandes políticas europeas.
En relación con la política de la energía, España va a seguir trabajando en el desarrollo de un mercado europeo más transparente y eficaz, con seguridad de suministros y sostenibilidad. En concreto para España tiene una particular relevancia la promoción de las interconexiones y la homogeneización de los grandes actores económicos, para que las reglas iguales no beneficien o perjudiquen a empresas diferentes. Europa debe también garantizar la seguridad de sus ciudadanos y avanzar en el desarrollo del Espacio de Seguridad, Libertad y Justicia. En este ámbito, merece destacarse el compromiso europeo en la lucha antiterrorista.
Es esencial profundizar en el desarrollo de estructuras y capacidades, tanto civiles como militares, con las que la Unión pueda actuar. Tres elementos orientarán la actuación española en esta área: impulsar la creación de una política común de seguridad y defensa dotada de las capacidades necesarias, mantener el vínculo transatlántico materializado en la Alianza Atlántica, de la que somos aliado firme y comprometido, e impulsar la colaboración entre la UE y la OTAN. A ello añadiré el compromiso de mantener el esfuerzo respecto a las Fuerzas Armadas Españolas: para garantizar nuestra defensa y para contribuir a la defensa de Europa. Esta Europa se construye entre todos día a día, pero en el caso de España tendremos la oportunidad de asumir mayores responsabilidades en nuestra próxima Presidencia del primer semestre de 2010.
En nuestra Presidencia impulsaremos un programa ambicioso que tendrá entre sus objetivos el desarrollo de las grandes líneas de actuación que he venido exponiendo en esta intervención. Pero nuestra política europea no puede aguardar a entonces ni se agotará el 30 de junio de ese año. Queremos estar desde ahora mismo con los que más creen en Europa y quieren hacer avanzar el proyecto de unión política, hacia una Europa fuerte y flexible, que preserve la solidaridad comunitaria.
Relaciones transatlánticas
Estados Unidos es la mayor potencia militar y económica, incluso cultural, y lo seguirá siendo durante muchos años. Al tiempo, Estados Unidos también se ha percatado de que le es indispensable tener aliados y una política multilateral, tendencia que se impondrá aún más en el próximo futuro, a juzgar por lo que declaran los dos aspirantes a la Presidencia, tanto Barack Obama como John McCain.
Nosotros, y muy especialmente los europeos, debemos contribuir a impulsar ese multilateralismo eficaz en el que Washington tenga un papel central y estoy convencido de que lo va a tener, tanto en lo referente a la lucha contra las causas y los efectos del cambio climático, como en el nuevo Derecho Internacional. Es necesario impulsar las relaciones transatlánticas, y ésta será una tarea prioritaria de la Presidencia española de la UE, además de desarrollar nuestras relaciones bilaterales, desde el respeto mutuo y, a veces, la diferencia de criterios. Pero hay demasiadas cosas en común como para renunciar a ellas: desde las inversiones y el comercio recíprocos hasta la lengua española, pues EE.UU. se está convirtiendo rápidamente en el primer país de habla hispana.
África y Asia
Quisiera dedicar atención a dos escenarios que considero que tienen ya un carácter tan prioritario y estructural en nuestra acción exterior que bien merecen el calificativo de nuevos ejes de la política exterior española: África y Asia.
Dice un proverbio africano de la orilla del río Níger que “el río es grande, pero siempre necesita una gota de agua”. El esfuerzo solidario internacional con África es grande, pero no suficiente. La lucha por la existencia tiene en África un significado diferente al que tiene en otras latitudes, pero la batalla por la dignidad del ser humano es la misma, y esa batalla se dirime hoy, especialmente, en África, con África.
El mejor ejemplo para seguir en este esfuerzo tan importante es la lucha de los propios africanos, de muchos de sus gobiernos y organizaciones. No debemos mirar hacia el continente con paternalismo, pues muchas de las iniciativas en las que podemos trabajar tienen su origen en África, en los ámbitos políticos, económicos y culturales, en el desarrollo, en el fomento de la democracia y los derechos humanos.
Nuestro compromiso con África va a incrementarse en esta legislatura: un nuevo Plan África que extienda su acción a lo largo de toda la Legislatura; una mayor presencia y diálogo, con la apertura de embajadas y oficinas comerciales; una cooperación a la que dedicaremos mayores recursos. Voy a impulsar personalmente esa labor. En esta legislatura realizaré al menos tres giras a países africanos.
Hemos decidido hacer una política no para África, no hacia África, sino con África. Creo que los africanos nos perciben como un país que les entiende, que comprende los graves problemas que tiene el continente, de economía, de muerte cotidiana por enfermedades como la malaria o el SIDA, de carencia de alimentos y agua, de conflictos y gasto en armamento, de mal gobierno, y también de indiferencia y promesas incumplidas de muchos actores en la comunidad internacional. África y los africanos merecen otra suerte, otro destino, y quiero que la sociedad española se implique más a fondo, reflexione más a fondo, mire hacia África con solidaridad, responsabilidad y esperanza.
Voy a concentrar este esfuerzo en África occidental. En Guinea Ecuatorial. También en el Sahel, donde nos preocupan las violaciones de Derechos Humanos, como en Darfur, la inestabilidad en Chad, la presencia de Al Qaeda… aunque también haya casos como el de Mali donde la democracia se impone sobre las dificultades. Este debe ser un esfuerzo colectivo. Hoy la mayor urgencia está en el apoyo a la agricultura. Pero también se necesita trabajar en otras áreas. Se que muchos de los empresarios españoles aquí presentes comparten esa visión, y en África también hay buenas posibilidades de inversión. También tiene la mayor importancia la reflexión sobre las políticas que en la UE y en el marco de la OMC podrían ampliar las posibilidades de exportación de los países africanos.
Mi primera mirada hacia el continente asiático quisiera que se dirigiera a manifestar mi solidaridad con las víctimas del terremoto de Sicuani, como hice, en nombre de todos los españoles, en la conversación que mantuve el pasado miércoles con el Primer Ministro Wen Jiabao. Pero la mirada a Asia es muy amplia, y mucho más positiva. El continente es un gran centro de gravedad político y económico. Si nuestro país quiere ser verdaderamente global, si no quiere perder el tren de la economía internacional, debe superar la asignatura asiática, para la que ha llegado relativamente tarde.
Nuestras prioridades no sólo serán las grandes economías como China, India, Japón, Corea del Sur, Singapur o Indonesia, o los países que requieren de la cooperación internacional, como Vietnam, Camboya o Timor, sino también países que requieren una atención política especial como Afganistán o Pakistán. También con los que mantenemos vínculos históricos, como es el caso de Filipinas. O la región del Pacífico, donde con dos países cada vez más cercanos, Australia y Nueva Zelanda, ya se están realizando importantísimos proyectos. Me propongo realizar en esta legislatura tres viajes a Asia. Estamos elaborando ya un nuevo Plan Asia-Pacífico que abarque con mayor ambición y mayor presencia nuestra proyección asiática, y estaré al frente de esa labor en la que se implicará todo el gobierno, y estoy seguro de que lo harán igualmente la sociedad civil y las otras administraciones.
Mediterráneo y mundo árabe
En el Mediterráneo está una parte muy importante de nuestra historia, de nuestro presente, pero -sobre todo- ahí está una parte muy importante de nuestro futuro. Debemos agradecer al Presidente Sarkozy que haya impulsado el debate sobre la necesaria reforma del proceso de Barcelona.
En 2010 se celebrará el decimoquinto aniversario de la Conferencia de Barcelona, y será un buen momento para reflexionar con perspectiva. A esa cita debemos llegar con propuestas ambiciosas. Algunos de los grandes desafíos internacionales como la energía, la inmigración o el terrorismo, han tenido y tienen una presencia importante en esta zona. Al tiempo, se trata de un espacio de futuro; son países que sienten a Europa como parte de ese porvenir.
Cuatro son los ejes en los que debemos trabajar. En primer lugar, estoy trabajando en una propuesta con el Presidente Buteflika que haremos a nuestros socios del Proceso de Barcelona–Unión para el Mediterráneo para promover una Carta Euromediterránea de la Energía y el Cambio Climático. En segundo lugar, el presidente Mubarak, Sarkozy y yo mismo vamos a proponer una iniciativa para un marco específico de cooperación en el ámbito de los alimentos. En tercer lugar, un ámbito que considero absolutamente prioritario: el de la educación. Los porcentajes de analfabetismo que presentan algunos de los socios del sur llegan hasta el 40% y el 60% en el caso de la población femenina. La frialdad de las cifras refleja la tragedia de un fracaso colectivo. Por ello, vamos a proponer junto a Marruecos, con el decidido impulso del Rey Mohamed VI y yo mismo, una reforma del ámbito socio-cultural y educativo euromediterráneo, con una atención muy específica a la educación y la mujer, que permita una reducción drástica y más rápida que la prevista en el marco de los Objetivos del Milenio. En cuarto lugar, creo que el actual marco presupuestario europeo no está a la altura de los desafíos y la ambición que debemos tener ante la región. Propondré por ello ampliarlo significativamente. Por ello mantengo un contacto regular con los presidentes Sarkozy y Sócrates, con el Primer Ministro Berlusconi -con el que me reuní recientemente en Roma- y con el Primer Ministro Karamanlis, al que visitaré el próximo mes.
Esta labor se vera reforzada por nuestro intenso contacto con los países del Magreb y con Oriente Próximo, donde también viajaré y estrecharé relaciones, no sólo pensando en lo bilateral, también en la contribución que puede hacer España en la búsqueda de la paz en la región, y en la construcción de un Estado palestino que viva en paz con Israel. Marruecos y Argelia merecen una especial referencia. Trabajaré también por acercar posiciones entre ambos y por contribuir a una solución de la cuestión del Sáhara, como lo haré también con Túnez, Mauritania y Libia.
Iberoamérica
La mitad de nuestro ser se ha forjado en América. No les hablaré de viajes a América Latina porque una parte de mí siempre está allí. Pero si les diré que mantendré un alto ritmo de viajes, pues quisiera recorrer el conjunto de la región. Prestaré especial atención a las cumbres Iberoamericanas, donde tenemos el privilegio de contar con el papel de Su Majestad El Rey, cuyo papel en las cumbres es fundamental.
Iberoamérica es el continente del futuro. Basta contemplar la presencia política y el empuje económico que la región ha experimentado en los últimos años. Mi confianza en las posibilidades presentes y futuras de Latinamérica es infinita, y ello aumenta el orgullo de mi país de formar parte de ese espacio compartido durante siglos.
Precisamente en esta legislatura se van a cumplir dos siglos desde que se proclamaron las primeras Declaraciones de Independencia en América Latina. Supone una oportunidad de reflexionar conjuntamente sobre el significado del período que se cerró y el que se inició a partir de dicha fecha. Transformar estas celebraciones esencialmente nacionales en unas iberoamericanas donde nos encontremos de forma solidaria, es uno de nuestros retos.
En mis recientes contactos con líderes latinoamericanos, he constatado el interés en los procesos de integración subregional y regional, y la firme voluntad de consolidar la relación con la Unión Europea. El eje central de ese acercamiento podría ser la construcción de un gran consenso eurolatinoamericano en torno a tres grandes ejes o conceptos: la cohesión social y la inversión, con aspectos como la energía como factor de desarrollo social e integración; la ciudadanía iberoamericana, con especial atención a las cuestiones migratorias; y la culminación de los acuerdos de asociación entre la Unión Europea y Centroamérica, la región Andina y MERCOSUR. Pondré todo mi empeño en el acercamiento entre la Unión Europea y América Latina. Puedo anunciarles que en octubre realizaré dos reuniones con este objeto: la primera, con los presidentes andinos y el Comisario europeo de Comercio Exterior, Meter Mandelson, y la segunda con los presidentes Centroamericanos.
Amigas y amigos,
En este panorama, y justamente al hablar de Iberoamérica, no puedo dejar fuera la cultura, elemento esencial de todo país que pretenda contar en el mundo. La evolución de la diplomacia y las relaciones exteriores no ha hecho más que confirmar que la lengua y la cultura son, junto con Su Majestad El Rey, nuestros mejores embajadores fuera de nuestras fronteras. No sólo por la importancia económica de las industrias vinculadas a estos ámbitos, sino también por su relevancia simbólica. 500 millones de personas piensan en español y muchos más lo utilizan en el desarrollo de sus actividades. Nuestro idioma sigue siendo una lengua de entendimiento. El español es ya la tercera lengua internacional, la segunda más estudiada.
Resulta sorprendente que un país con una lengua tan extendida y una cultura tan atractivas no haya contado hasta el presente con una estrategia e instrumentos de lo que llamamos “diplomacia pública”. Me parece ésta una cuestión también de la mayor importancia, y en esta legislatura vamos a revertir esa situación. El Gobierno va a crear una Comisión de Diplomacia Pública, bajo mi presidencia, que incorporará a miembros del Gobierno, de la sociedad civil, medios de comunicación, del mundo de la cultura y la empresa, para analizar cada año nuestra proyección en todos los ámbitos y proponer futuras líneas de acción.
Derechos humanos y pena de muerte
Quiero que mi Gobierno hable con el lenguaje de los derechos humanos ante todos los retos de hoy y en todas las regiones del mundo. Los derechos civiles, políticos y sociales de todos los hombres y mujeres. Por ello, el Gobierno aprobará, antes de fin de año, un Plan Nacional de Derechos Humanos con diferentes compromisos internos y para nuestra acción exterior.
Uno de ellos, lo acometeremos de inmediato: el compromiso contra la pena de muerte. En 2007 la Asamblea General de la ONU aprobó una Resolución por la que más de un centenar de países apoyaron la idea de una moratoria universal. Sé que me estoy refiriendo a una cuestión cercana al corazón de Kofi Annan. Es una iniciativa inaplazable. Pero no ha tenido la receptividad necesaria y debe ser reforzada. El Gobierno español ya ha dado pasos ante la Comunidad internacional para crear una Comisión Internacional que vele por la abolición universal de la pena de muerte, a partir de dos medidas concretas: En primer lugar, mediante la aplicación de una moratoria efectiva a partir de 2015 en la aplicación de ejecuciones. En segundo lugar, para acordar, concluyente y definitivamente, que en ningún país del mundo se aplique la pena de muerte a menores de edad o a personas que hayan cometido delitos cuando eran menores de edad, y extender esta prohibición en favor de los discapacitados mentales. Invito desde esta tribuna a la sociedad civil, a quienes más se han destacado en lucha contra la pena de muerte, como Amnistía Internacional o la Coalición Global contra la pena de muerte, a que se sumen a este esfuerzo.
En mi discurso de investidura expresé mi deseo de alcanzar un clima político sereno caracterizado por el diálogo y el consenso. Incluí entre las cuestiones que deberían ser objeto prioritario de tal consenso la política exterior, y de manera específica la presidencia española de la Unión Europea en 2010. La política exterior es política de Estado, y quisiera reiterar aquí mi voluntad de que se alcance ese consenso que nos hará más fuertes como sociedad y como país, y reforzará la acción internacional de España y su capacidad de contribuir a una sociedad internacional más próspera y pacífica.
Amigas y amigos,
En los últimos treinta años, España ha logrado, con el esfuerzo y la voluntad de sus ciudadanos, convertirse en la octava potencia económica del mundo. Si este salto nos ha permitido mejorar nuestras condiciones de vida, también nos debe permitir garantizar nuestra presencia efectiva en el mundo e incrementar nuestras posibilidades de influir en la toma de decisiones en la Comunidad internacional. Lo debemos hacer en los escenarios tradicionales, pero también en los nuevos.
Si cada vez pesamos más en Europa, cada vez nos debemos implicar más en África, Asia o Iberoamérica. Si cada vez nos asentamos con más fuerza entre los primeros países del mundo, cada vez nos debemos comprometer más intensamente en la lucha contra la pobreza, en la construcción de la paz y en la extensión de la educación y la cultura. Si cada vez reclamamos más libertad y seguridad, cada vez debemos fortalecer más las instituciones multilaterales y los instrumentos que ponemos en práctica para garantizar los derechos humanos, promover la igualdad de género, extender los valores de justicia y solidaridad propios del Estado Social de Derecho. Unos valores que son los que caracterizan a la sociedad española y que son, precisamente, los que en estos momentos necesita la comunidad internacional para afrontar los desafíos de nuestro tiempo.
Esta es mi idea de España en el mundo…
Muchas gracias.
José Luis Rodríguez Zapatero
Presidente del Gobierno